jueves, 12 de diciembre de 2013


GÉNESIS 2:18
"No es bueno que el hombre esté solo; haréle una ayuda semejante a él", se dice el Señor Dios, a sí mismo, antes de la creación de la mujer. Es la traducción de Bover -Cantera
El texto hebreo contiene dos notables complejidades, que han sido resueltas, en esta traducción con los vocablos "solo" y "semejante".
No se encuentran muchas variantes de traducción en lo que respecta a la primera de ellas.
Para la segunda, hay múltiples versiones: "adecuada", "idónea", "correspondiente", "homóloga". Algunos prueban apartarse un poco y en vez de "una ayuda semejante", proponen "alguien semejante", o bien, "un par", "una pareja". Algunos, ya más cerca del texto original, como veremos, intentan: "una ayuda como él", o más próximo aun al original: "frente a él", e incluso, "contra él".
Independientemente del valor de fuente divina que las creencias le asignan a este texto, es en gran medida fundador de sentidos en los que vivimos y respiramos. Por eso vale la pena hurgar en él con más detalle. Podemos extraer también aprendizajes sobre el lenguaje mismo, en general.
El núcleo de la cuestión lingüística reside en un hecho crucial: en los dos puntos señalados del texto, la traducción, en casi todos los casos, ha optado por vocablos léxicamente simples, cuando en hebreo, ambos muestran complejidad interna.   

Vayamos al primero. El término original es לְבַדֹּו. Se transcribe ləbaddô y se pronuncia con acentuación aguda (y con la ə breve o, mejor, indiferenciada, que conocemos en la e muda del francés o en el inglés). Pueden reconocerse muy claramente allí tres unidades: lə-bad-dô. Para no entrar en minuciosos análisis, baste con decir que el primer elemento es una preposición de finalidad, o destinación, y que, en consecuencia el conjunto equivale a algo así como para-él, destinado-a-él, dedicado-a-él. Como este "él" se interpreta en correferencia con el sujeto "el hombre", podría reemplazarse por la forma reflexiva "sí", o "sí mismo". Si bien este complejo se traduce habitualmente con el adjetivo "solo", al hacerlo se pierde casi toda la riqueza etimológica. Si intentamos recuperarla, en algo así como no es bueno que el hombre esté para sí, el resultado, sin todo el comentario previo, no resulta muy aceptable en nuestra lengua. Son las opciones extremas en que se mueve, siempre, dramáticamente, la traducción de textos muy densos como éste: o un vocablo simple que no se corresponde bien con el original, o un circunloquio no muy aceptable.
Curiosamente, esta traducción con la fórmula "para sí", coincide con una laboriosa construcción del idealismo alemán, "für-sich-sein" en esa lengua, con la que dentro de esa corriente se intentó expresar la forma ontológica de lo humano, ese ser capaz de autoconciencia, pero también capaz de aislamiento y separación.
Con el texto bíblico podemos meditar que, a pesar de la grandiosidad de esa concepción, el ser "para sí" tiene algo de imperfecto, es decir, de incompleto.

El otro término es aun más complejo, según se ve por las múltiples versiones que ha dado la tradición. El término en hebreo es ahora כְּנֶגֵדּוֹ. La palabra, en transliteración, está compuesta de tres partes: kə-negēd-ô. Lo primero es una preposición comparativa; lo segundo una preposición locativa; lo tercero, como en el caso anterior, un sufijo de tercera persona. Algo así: como frente a él. Este compuesto es el que se intenta traducir de las múltiples maneras que ya hemos revisado más arriba. Ninguna de ellas puede decirse errónea; ninguna de ellas, tampoco, capta todo el sentido allí presente. La mujer que ha de ser creada luego de esta reflexión es alguien enfrente, en una proximidad de cara a cara. Una igual. Pero otra.

Ambos términos definen el espacio de una geometría simbólica. De una parte, la dirección hacia sí, que Dios no considera buena o al menos no suficiente. De la otra, el ser diferente, nuevo, otro, que abre una dirección hacia afuera, hacia enfrente, y que viene a remediar la imperfección de la primera. El ser humano, ser para-sí, según la visión idealista, es también - y es bueno que así sea, según la enseñanza de este pasaje - un ser-para-otro. Que ese otro, sin dejar de ser un semejante, sea de otro sexo, de otro género, tensa al máximo, también simbólicamente, hasta la radicalidad de la naturaleza, hasta antes de toda elección, la tendencia, la necesidad del ser humano de estar referido, para ser lo que es, hacia alguien más allá de sí mismo.