EDMUND Y EL MISTERIO DE LA
INIQUIDAD.
Edmund no es el principal
personaje en el Rey Lear. Pero es centro de las dos tramas. Participa en la
historia de los actores de la realeza (Lear, Cordelia, Regan, Goneril) a través
de su relación con las dos hermanas traidoras; y participa también en la trama
que dobla o refleja la historia principal, la suya propia, como hijo bastardo
de Gloucester, y la de su hermano Edgar, el hijo legítimo. En ambas historias
vemos como los padres disciernen mal entre cuáles de sus hijos son fieles y
cuáles los engañan.
Dos monólogos de Edmund del
primer acto son claves para comprender su significación en la economía
semántica de la obra. Durante el primero se proclama como sujeto de dones de la
naturaleza (a la que llama diosa), los cuales dones prevalecerán contra las convenciones sociales que favorecen a su
hermano. En el segundo, desdeña la interpretación de los caracteres y conductas
de los hombres a partir de las estrellas, es decir de una fuerza extraña y
superior, y afirma, como contraparte, la fuerza de la decisión humana.
Su lugar en el cuadro no es el de
quien sufre el destino - ni siquiera cree que tal fuerza exista, como vemos - sino del que
maquina la trama y la conduce. No es pues un personaje trágico.
Por ello es tan significativo su
cambio en la larga escena final. Al ser derrotado en el duelo por su hermano,
primero reconoce que él también es víctima. Lo hace con clarividencia y
fatalismo. ‘Tis past, and so am I, (es pasado y yo también), dice
primero. Y luego: The wheel
is come full circle, I am here. (la rueda ha dado un círculo
completo; estoy aquí). Estas expresiones parecen todavía la manifestación de
una comprensión intelectual.
Sólo un poco más adelante surge
el grito trágico: I pant for life! Sólo aquí Edmund deviene sujeto de
sufrimiento y dolor, personaje de tragedia.
La expresión tiene toda la carga
de polisemia que atraviesa la pieza entera. Pant es un verbo que refiere
a la respiración difícil, anhelante y entrecortada.
Tal como permite la lengua inglesa, lexicaliza el modo de la acción más que la
acción misma. Como si dijese: jadeando pido vida, clamo por vida con el aliento
quebrado…
¿Se trata del moribundo que ve
que la vida se le escapa y que expresa su deseo de seguir viviendo? Tal vez…
Pero también podría pensarse que
en el postrer instante Edmund ha comprendido que la suya no ha sido una verdadera
vida. Significativamente, es el momento en que revela, en un intento por
salvarla, que ha dado órdenes para que asesinen a Cordelia. Y da razón: Some
good I mean to do/ despite of mine own nature (intento hacer algo bueno, a pesar
de mi propia naturaleza). La propia naturaleza, que ha ensalzado en aquel
monólogo del primer acto, es vista ahora como un obstáculo para el bien, o
mejor aun, como un obstáculo para vivir… Y elige, tarde, ser y hacer otra cosa…
Aquel ser confiado y suficiente, reconoce, en el final, que los hilos de los
acontecimientos no estaban en sus manos, como creía, y que él también sucumbe,
como los otros, a un poder extraño, desconocido, más fuerte que el propio…
Desesperadamente intenta escapar con un acto que no sea ya obra de eso Otro,
sino de su libertad y, ahora sí, de su decisión. Como sabemos, ni siquiera esta
última fuga le es permitida: Cordelia ya ha sido ejecutada.
Tal vez Edmund reconoce –podemos imaginar – que no ha sido hasta ahí
sino la pieza necesaria de una máquina de aniquilamiento y destrucción. Que no ha sido un hombre verdadero, un ser viviente, sino apenas un personaje, un personaje querido por otro,
diseñado y puesto en escena por otro. Y con esa acción y con esas palabras intenta
romper la magia que lo ata y entrar en otra dimensión.
La interpretación del personaje
que se rebela contra su condición de tal y que clama por una verdadera vida, bien
puede hacerse verosímil en el marco de la obra de alguien que pensó, tal vez
como nadie, a lo real bajo la especie de la teatralidad, ese alguien a quien
llamamos Shakespeare.
Esta versión de Edmund nos
inquieta además porque en ella se cifra, una vez más, el misterio de la iniquidad
necesaria, del malvado trágico, que no puede faltar porque sin él la historia
no se consuma. Más aun: sin él no hay historia. Un antecedente famoso es Judas.
Otro, el mismo Satán.