PETER PAN – de James. M. Barrie
London, Penguin Popular
Classics, 1995, 185 páginas.
NOVELA
APUNTES DE LECTURA
Anoto
algunas de las líneas temáticas que cruzan la historia.
1)
La primera es, obviamente, la resistencia a crecer, a madurar, a dejar atrás la niñez. Es lo
más notable y que salta a la vista y por lo que suele, sintéticamente,
caracterizarse la historia. Está en la primera frase del libro “All children,
except one, grow up”. Todos los chicos crecieron, excepto uno.
2)
Esa idea implica un planteo acerca de la temporalidad
subjetiva, y la inclinación a fijar o detener el tiempo. Que en la
novela se hace posibilidad objetiva por vía de la acción ficcional: para Peter
el tiempo ya no transcurre en efecto y, manteniéndose siempre niño, repite la historia que tuvo con Wendy con la
hija de Wendy y con la hija de la hija de Wendy, y así, suponemos,
indefinidamente.
3)
Si tomamos, como Aristóteles al tiempo como la
medida del cambio, la fijación del tiempo se equipara a una fijación de las propiedades del individuo.
Peter no cambia. Peter es siempre igual a Peter. No puede despojarse de ciertas
propiedades y tampoco adquirir nuevas. Se asume así, posiblemente, una de las
formas límites del concepto de identidad (la que se obtiene por derivación a
partir del adjetivo “idéntico”).
4)
El relato está atravesado por una lógica de mundos alternativos: un mundo
real y un mundo de ficción o fantasía (Neverland; El País de Nunca Jamás,
nombres que aluden, no a un valor espacial, sino a uno temporal). Esos mundos
están comunicados, (a pesar de que Neverland es una isla) y son mutuamente
accesibles. La ventana por la que los niños han huido y que los padres
conservan abierta esperando el regreso (y que Peter, tramposamente, cierra hacia el
final de la historia tratando de evitarlo), se carga simbólicamente con ese
sentido: es el lugar del pasaje entre mundos. En el mundo de fantasía, las
acciones son tan irreversibles como en el real: es posible allí morir. Sus
individuos y sus leyes naturales, no obstante, son más laxas: existen las
hadas, y Tinker Bell (Campanilla) puede salvarse de la muerte mediante un
procedimiento mágico (que se da, precisamente, en la comunicación de los
mundos). Un niño puede combatir y derrotar a piratas más o menos fieros. A
diferencia de lo que ocurre en Narnia de Lewis, el tiempo transcurre acompasadamente
entre los mundos, y los acontecimientos de uno y otro se miden por igual. Es
decir: el tiempo que los chicos pasan en Neverland y el de su ausencia en su
casa son iguales. Los chicos de Narnia, en cambio, luego de largos períodos en
el mundo alternativo, regresan al suyo en el mismo instante en que salieron de
él.
5)
Todos los personajes masculinos tienen necesidad o carencia de una madre. El
símbolo de la madre es pues, crucial. El término se halla repetido 91 veces.
Wendy en Neverland hace de madre de los chicos perdidos; y los piratas,
incluido Hook (Garfio), los envidian. Sus expresiones al respecto son de una impresionante
indefensión psicológica (uno, Smee, el menos feroz, el que más simpatías
despierta, pregunta en cierta oportunidad: “¿qué es una madre?”). El que marca
el punto extremo es Peter, quien, según dice, no sólo no tiene madre sino
tampoco el menor deseo de tener una. Prohíbe en la casa el tema de las madres.
Y cuenta (pero el narrador duda de si será verdad) que cuando él huyó de su
casa a Neverland su madre cerró la ventana simbólica, y su lugar fue ocupado
por otro niño.
6)
El tema puede dar pie, por cierto, al análisis
psicoanalítico, toda vez que hay dos personajes, Tinker Bell y Tiger Lily
(Tigrilla), bella princesa de los pieles rojas, a las que Peter piensa como
otras madres posibles, pero que tienen respecto de Peter diferentes
intenciones. (“Tigrilla dice que quiere ser algo mío, pero no mi madre”,
confiesa Peter.). El deseo de no crecer y el de negarse a transitar el paso del amor filial al amor erótico no pueden
considerarse separadamente. En igual sentido, la relación de Peter y Wendy es
ambigua. Ambos viven en la casa de Neverland, y Wendy cumple el rol de madre de
los chicos perdidos y de sus propios hermanos. Peter parece cumplir de hecho el
rol de padre, pero en un momento toma conciencia y se rehúsa a asumirlo. Wendy
entonces le pregunta cuáles son sus sentimientos hacia ella; él responde
decididamente: “los de un hijo fiel”. “Me lo figuraba -dijo ella y
fue a sentarse al otro extremo de la habitación”. Wendy es demasiado recatada
como para confesarse abiertamente como hacen Tiger Lily y Tinker Bell.
7)
Un precio de vivir en Neverland es el del olvido. Olvidar es una de las
características más notables de Peter Pan. En el viaje de ida a Neverland, por
ejemplo, durante el largo vuelo, Peter se escapa a jugar con las estrellas y,
al regresar, no reconoce a Wendy y a sus hermanos y ella debe recordarle su
nombre. Pero olvidar no es un atributo exclusivo de Peter: ya en la isla el
mayor de los hermanos sólo difusamente se acuerda de sus padres y el menor
acepta a Wendy como su verdadera madre. Al volver a su mundo éste ya no
reconoce su cuarto. El mundo de Nunca es, al mismo tiempo, el mundo de Siempre.
Sin futuro; y por ello también sin pasado. El mundo de Ahora, un ahora
permanente. Un presente eterno. Un tiempo sin compromisos ni consecuencias. Un
mundo leve. Donde se puede sí morir, pero donde tal vez no importa. Como
contrapartida, Wendy, al cabo de los años, debe confesarle a Peter que se ha
olvidado de volar, capacidad que sí luce su hija, y luego la hija de su hija.
8)
La educación, la educación
de la Inglaterra victoriana, y las relación de padres e hijos, se tematiza
permanentemente en la novela, con mordaces pinceladas críticas. Peter irrumpe
en ese mundo de convencionalismos como una ruptura anhelada y dolorosa a la
vez. Las madres, en su rol familiar y social, son a un tiempo heroínas y
víctimas. “Las
madres están siempre dispuestas a hacer de parachoques. Todos los niños saben
que las madres son así y las desprecian por eso, pero se aprovechan de ello
constantemente”. La pobre Sra. Darling, madre de Wendy, parece inspirarle al
narrador, que se complace especialmente en intervenir cuando de ella se trata,
apenas una especie de desdeñosa conmiseración.
9)
El narrador y los mismos personajes, casi todos,
salvo las madres (o el pobre y caricaturesco Sr. Darling), son crueles. Y las aventuras son cruentas.
Los pieles rojas, que custodian agradecidos la casa de Peter, Wendy y los
niños, son masacrados sin misericordia por los piratas. Peter a su vez los
asesina a estos, de a uno y fríamente, mientras uno de los niños impasiblemente
va contando los muertos. El máximo emblema de la crueldad, sin embargo, es
Hook, el capitán del barco pirata, que no perdona ni siquiera a sus hombres. El
personaje roza lo trágico y el narrador nos amonesta: “No envidiéis a Garfio”. Y
de a poco nos va mostrando sus debilidades, las mismas que seguramente lo
inclinan, paradójicamente, a la impiedad. Como todos, incluidos sus hombres,
tiene carencias de madre y es por ello que conciben, en conjunto, la idea de
raptar a Wendy para tal fin. Peter, que sabe jugar con él, en cierto momento imita
su voz (imitar todo tipo sonidos es una de sus habilidades más raras) y Hook
entra en un dramático juego con esa voz, que es como la de un otro yo. En el
colmo de la desesperación le pregunta por su propia identidad. La voz le
responde con desdén: no es sino un bacalao; y Hook se derrumba moralmente. Su
orgullo se desmorona. Sus hombres se apartan de él. “Su ego se le escapaba”,
nos dice el narrador. Un supremo temor agita el alma de Hook: el de no conservar,
en las horas decisivas, las buenas maneras (se deja deducir su antiguo paso por
las aulas del prestigioso Eton College y el narrador, que se niega a estampar
su verdadero nombre por no suscitar el escándalo, nos confía que las viejas
tradiciones seguían “cubriéndolo como ropajes”); ese sentimiento es como otro
garfio que lo lastima por dentro, peor que el que termina su brazo. ¡Las buenas
maneras! En último término, es todo lo que realmente importa. Pero el pirata sabe que tampoco en este
terreno, el de las buenas maneras, puede vencer a Peter Pan, su peor enemigo. Y
lo detesta sin duda más por ello que por haberle cortado su mano y habérsela
arrojado al cocodrilo (que desde entonces le tomó el gusto al sabor de su
carne). Por fin acepta que no puede vencer a Peter, quien lo sobrepuja en todo,
en prestancia, en gracia, en agilidad, en voluntad. Su derrota, es, en último
término, la de su ánimo. El punto que decide el combate final consiste apenas
en un cruce verbal. Casi con admiración, en medio del cruce de sus espadas,
Hook pregunta: “Pan, ¿quién y qué eres tú?”. “Soy la juventud, soy la alegría”,
fue la rápida respuesta, “soy una pequeña ave que ha roto el cascarón”. Pero el
infeliz Hook entendió que esas palabras eran un absurdo y que Peter no tenía la
más mínima idea de su identidad, lo que al pirata le parecía el colmo de las
buenas maneras, un grado al que él no podía llegar. Con ello el triunfo de
Peter está definitivamente sellado y Hook se arroja al mar, donde lo esperan
las fauces del cocodrilo, imagen sintética de un mundo implacable y fatal.
10)
No es complaciente la mirada que se cierne sobre
ese mundo, sobre esos personajes. Tampoco lo es la mirada sobre la niñez, de la que Peter Pan es,
posiblemente, el descarnado emblema. Tres adjetivos se repiten hacia el final, dos
veces, para decirnos cómo son los niños; y con esos tres adjetivos se cierra el
relato. Esos tres adjetivos definen la
fatalidad que preside estas historias; que así se repetirán interminablemente
“mientras los niños sean alegres,
inocentes y desalmados”.