martes, 26 de mayo de 2009

SOBRE EL PODER DEL ANILLO


Al concluir la lectura del primer tomo de El Señor de los Anillos, me ocupa una pregunta: qué representa el anillo, ese que Frodo ha recibido, legado por Bilbo, terrible herencia, pero, presumiblemente, entregado a él por el Destino, hecho clave en la guerra entre la Luz y la Sombra?
Debería hacer un rastreo filológico de los pasajes en que emerge su sentido, pero es tarea que ahora me excede. No obstante, para apuntar, provisoriamente, que se trata de una cierta clase de fuerza o poder, tal vez baste, por el momento, detenerse en la discusión del concilio de Elrond, en Rivendel, donde Boromir expresa la voluntad de conservar el anillo. Sus palabras son:
"¿Por qué no pensar que el Gran Anillo ha llegado a nuestras manos para servirnos en esta hora de necesidad? Llevando el Anillo los Señores de los Libres podrían derrotar al Enemigo"
La respuesta está a cargo de Elrond:
"La fuerza del Anillo, Boromir, es demasiado grande para que alguien la maneje a voluntad, salvo aquellos que ya tienen un gran poder propio. Pero para ellos encierra un peligro todavía más mortal. Basta desear el Anillo para que el corazón se corrompa."
Igual polémica ha sucedido ya entre Gandalf y Saruman. Este último sostenía: "¿El Anillo Soberano? Si pudiéramos tenerlo el Poder pasaría a nosotros." Y Gandalf, que lo cuenta, comenta que, en tanto, la codicia le brillaba en los ojos...
Hay tal cosa en nuestro mundo?, me pregunto. Un Poder tal que puede independizarse del mismo ser que lo posee?
Pero, antes de pasar a ello, creo que en torno de toda la cuestión actual en torno del Poder, hay un gran equívoco, del que el texto de Tolkien no parece ajeno, un equívoco, como suele ocurrir, suscitado por las palabras...
El primer equívoco es la mayúscula... Usar una mayúscula es casi siempre un medio espurio de enfatizar un concepto.
El segundo equívoco lo aporta el artículo... El artículo hace del poder un algo, una sustancia, una hipóstasis (sustancia e hipóstasis, son, respectivamente, en latín y en griego, en su etimología, semejantes).
Ambos procedimientos, conjuntamente, el de la mayúscula y el del artículo, concurren a modificar el sentido originario de la palabra, que es un verbo, un verbo de los considerados modales, y que Greimas llamaba "competencias"... Un verbo que siempre debe acompañar a otro verbo. Poder es estar en un cierto estado que permite acceder a otro estado o a una acción... Estado o acción que se suponen deseables, sin la cual condición poder parece innecesario... De algún modo, alguien se plantea la cuestión de poder o no poder, cuando, primero, se da querer... ( y en estas frases he esquivado el artículo, que hubiera facilitado la expresión, por no incurrir en nuevos equívocos... Esa cautela sería innecesaria si siempre tuviéramos presente que una cosa es la expresión y otra el sentido...)
Si el poder emana del ser, si es una determinada habilitación para la acción, si depende de la configuración de quienes "pueden" o de su situación, o de su saber, nadie tiene, propiamente, un poder que lo exceda... Si ese poder, por el contrario, nos es regalado, procede de afuera, nos es asignado por un destino o un azar, entonces sí, tal vez, pudiera devenir en maligno...
Malo - lo he sostenido varias veces en esta correspondencia - es, precisamente, la ruptura entre modalidades, o competencias, la ruptura, entre el ser y el parecer, o entre el querer y el poder, o entre el ser y el poder...
Y, por cierto, un poder que nos excede puede ser la fuente de una inmensa maldad... Así caracterizaba un viejo libro a Satán, la fuerza de una acción que nadie controla...
Pero hay tal cosa?
El conocimiento, tal vez?
La tecnología, las armas nucleares son hijas del conocimiento... Podrían ser buenos ejemplos de un poder que puede independizarse de su origen, el mismo ser humano, y volverse contra él? Y no puedo dejar de señalar cómo en la frase anterior, tres veces, debí usar la palabra "poder", cada vez con sentidos algo diferentes...
Será el conocimiento mismo algo que pueda escaparse de nuestras manos y volverse contra nosotros?
Sea como sea, parecen abrirse dos caminos: o intentar que ese poder, sea cual fuere, no escape de la órbita de dominio del ser humano; o desligarse de él y volver a la paz de los días inocentes...
La historia del anillo, el programa narrativo del libro, de sus tres tomos, elige el segundo: consiste en deshacerse de ese objeto desmedido, abrumador, que no debe caer en manos del Enemigo, pero que tampoco puede conservarse... Y hay, para ello, - parece - una sola manera: destruirlo...
Será realmente imposible mantenerlo en el ámbito de nuestro querer, de nuestro ser...? La disyunción entre ser, querer, poder, es ineluctable? El mal es inesquivable si no lo destruimos?
La parábola evangélica del trigo y la cizaña no va en este sentido... Lo bueno y lo malo se parecen demasiado... Y no vaya a ser que por extirpar lo malo, matemos al mismo tiempo lo bueno...
En el libro de Tolkien, Bien y Mal ( y ahí parece necesario, casi inevitable poner mayúsculas ), se distinguen netamente.
¿Será así?
No sé...
Me ronda la tentación de Boromir y Saruman...

sábado, 11 de abril de 2009

De Nietzche. LA GENEALOGÍA DE LA MORAL

El lenguaje entiende y mal entiende que todo hacer está condicionado por un agente, por un “sujeto”. Es decir, del mismo modo que el pueblo separa el rayo de su resplandor y concibe al segundo como un hacer, como la acción de un sujeto que se llama rayo, así la moral del pueblo separa también la fortaleza de las exteriorizaciones de la misma, como si detrás del fuerte hubiera un sustrato indiferente, que fuera dueño de exteriorizar y, también, de no exteriorizar fortaleza. Pero tal sustrato no existe; no hay ningún “ser” detrás del hacer, del actuar, del devenir; el “agente” ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo. En el fondo el pueblo duplica el hacer; cuando piensa que el rayo lanza un resplandor, esto equivale a un hacer-hacer: el mismo acontecimiento lo pone primero como causa y luego, una vez más, como efecto de aquella. Los investigadores de la naturaleza no lo hacen mejor cuando dicen “la fuerza mueve, la fuerza causa” y cosas parecidas, - nuestra ciencia entera, a pesar de toda su frialdad, de su desapasionamiento, se encuentra aún sometida a la seducción del lenguaje y no se ha desprendido de los hijos falsos que se le han infiltrado, de los “sujetos” (el átomo, por ejemplo, es uno de esos hijos falsos, y lo mismo ocurre con la kantiana “cosa en sí”): nada tiene de extraño el que las reprimidas y ocultamente encendidas pasiones de la venganza y del odio aprovechen a favor suyo esa creencia e, incluso, en el fondo, ninguna otra sostengan con mayor fervor que la de que el fuerte es libre de ser débil, y el ave de rapiña libre de ser cordero: con ello conquistan, en efecto, para sí el derecho de imputar al ave de rapiña ser ave de rapiña…

Nietzche denuncia tres errores o ilusiones encadenadas. La primera es el origen de la cadena y las otras dos se siguen de ella.
1. Primer error, del lenguaje mismo: La separación sujeto/predicado no expresa bien la acción, los acontecimientos. Lo único real es el acontecimiento.
2. Segundo error, consecuencia del primero: si el sujeto es separable de su acción, el sujeto es libre, ya que podría no hacer lo que hace.
3. Tercer error, que se sigue de lo anterior: si el sujeto es libre, su acción es ética y puede ser reprochable moralmente .

La postura podría ser llamada un neonominalismo, el cual ya no se limita a sostener que lo único real son los individuos concretos; lo único "real" es, ahora, el acontecer.

domingo, 29 de marzo de 2009

HOMO LUDENS

Es un famoso título de un libro de Huizinga, un estudioso del mundo medieval europeo.
Así como en la Antropología se impuso el nombre "homo sapiens", que alude a la especie humana de la que formamos parte, por oposición a otras especies humanas preexistentes, y donde "sapiens" remite a alguna capacidad cognitiva mayor, deducible de la mayor capacidad craneana de estos homínidos; o así como se habló del "homo faber", el hombre que fabrica, que se hace instrumentos para potenciar la capacidad física de su cuerpo, accesorios con los que ve más, pega más fuerte, llega más lejos, anda más rápido; así, Huizinga habló del "homo ludens", rescatando, y destacando la propiedad de jugar que caracteriza al ser humano. Se trata no de definir al ser humano, que es indefinible, sino de buscarle aquellas cualidades que lo distinguen y que permiten entenderlo mejor... Homo ludens es el ser humano en tanto que juega, en tanto que el juego nos habla, hondamente, de qué es y cómo es ese ser, qué y cómo somos...
Y diría, porque la frase cae bien, que el juego es cosa seria...
Pero no es precisamente eso lo que quiero decir. Por el contrario: muy pocos momentos de la vida son verdaderamente serios, solemnes, trágicos... La mayor parte, si bien miramos, se nos va en juegos... Porque juego es el arte, y la política, y hasta la guerra a veces, ay, para algunos… Y buena parte de nuestro trabajo. El amor mismo es casi todo juego...
El juego es el mundo del "como si". En él combatimos y confrontamos. Nos alegramos y nos enojamos. Morimos también. Y apretamos "enter" de nuevo y tenemos otra vez tres vidas para arriesgar y perder. Pero el riesgo y la pérdida, y todo, son también "como si".
Juegan los niños, pero en ellos el juego, que es casi la única manera de vivir, dicen que es más serio, porque cumple una función, la de prepararse y adiestrarse para el juego "serio" de la vida... Hasta los animales en su "niñez" juegan de ese modo. El juego del adulto en cambio es un juego no necesario, sino libre. Un juego que se elige jugar.
Al elegir el juego hay como un desapego, como una distancia que uno toma ante sí mismo, una ironía no demasiado cruel de vivir y mirarse vivir como si la vida no fuera la propia, como si se estuviese ante la escena de una comedia ( y no por nada la palabra "play" en inglés, y "jeu" en francés, significan "juego" y también "teatro"). Suprema sabiduría la de no tomarse demasiado en serio! ¿Será alguien capaz de llevarla hasta el borde mismo de la tumba?
Esta capacidad humana de desprenderse de sí es la cualidad misma de la conciencia... De ella nace también la libertad. No puedo evitar ser algo. Y ser algo es haber optado y haberse determinado y circunscripto en un modo de ser. Pero está la conciencia que nos convoca desde algún otro lugar, desde más allá de nuestro yo, y que nos invita a ser otros... Y nos tiende la mano desde allí y nos ayuda a salir, a mirarnos desde afuera, a burlarnos un poco y un poco a compadecernos de nosotros mismos, y a intentar luego la aventura de ser diferentes... A probarnos, como si fuera un disfraz, otro ser. Y a llevarlo un rato, sabiendo que, más temprano o más tarde, lo abandonaremos también para calzarnos otro... Y así siempre... Siendo sin ser, pero siendo más... Siendo nadie y siendo todos, en un camino sin término.

domingo, 22 de marzo de 2009

EL PRINCIPE CASPIAN

ÚLTIMO CAPÍTULO
Está bueno el último capítulo de El Príncipe Caspian. No por la trama de la historia, que en realidad concluyó en el anterior. No sé qué hubiera pasado con el duelo de Peter con el rey Miraz de no ser por la conspiración de los dos nobles telmarinos. No lo llevaba muy bien el pobre… Por otra parte, intuía que los árboles, tan movedizos en toda la historia, iban a jugar un rol. Ellos hubieran desequilibrado, sin necesidad de duelo, la batalla y resuelto la historia.
Los bosques son lugares importantes en la cosmovisión céltica. Y los telmarinos, por alguna razón que se me escapa, les temían desde siempre.
Tal vez si el narrador eligió la opción narrativa del duelo es por resaltar el valor y la nobleza del personaje. Me llama la atención que, a pesar de tratarse de un mundo alternativo, alguien, proveniente de otro mundo, pueda morir en él. Con ello la escena adquirió dramatismo. Tal vez creen los personajes que pueden morir para que la vivencia subjetiva no pierda valor. También es cierto que en Narnia pueden ocurrir acontecimientos que en “nuestro” mundo (¿nuestro? ¿vivimos vos y yo en el mismo mundo de Peter?) serían milagros, o ficciones.
Tal vez eso es Narnia: el mundo del espíritu, conectado con el nuestro, en el que se acumulan los seres creados por la fantasía o descubiertos por el pensamiento o la intuición intelectual. Un mundo de sentidos. Por ello en él conviven Aslan y los faunos. Aslan es la cifra de la presencia de Dios, de una revelación definitiva del mundo superior y trascendente. Los faunos son las tentativas de revelación de un mundo pagano, recuperables en este universo de sentido, pero algo imperfectos en su significación. Hay un comentario muy sugestivo de Susan en el final del capítulo 11. Dice así: “No me habría sentido segura con Baco y todas sus alocadas chicas si nos los hubiéramos encontrado sin estar Aslan con nosotros”. Lucy, que es la que más “sabe”, le responde: “Creo que yo tampoco”. Interpreto que en la visión de Lewis, las teofanías del mundo antiguo adquieren una interpretación definitiva a la luz del evangelio. Algo así dice san Pablo en Romanos, por otra parte.
Es interesante este último capítulo, entonces, no por su importancia en la historia, sino porque da varias pistas y abre varias líneas respecto del conjunto de la saga: la procedencia de los telmarinos, las otras historia que no se cuentan, la clausura de Narnia para Peter y Susan, que ya no volverán porque se estan “haciendo demasiado mayores” ( lo que revela que Narnia es accesible para los niños; o para los que tienen alma de niños). Tal vez por eso Lucy, que es la menor, es siempre la que más entiende.
Es interesante la imagen de las puertas y los pasajes entre mundos. Para una visión tradicional son los lugares de la iniciación espiritual. Dentro de esa concepción el conjunto de la realidad puede imaginarse como una serie de círculos conectados ente sí por un eje vertical: como si fueran ruedas unidas. Quien accede al centro de la rueda encuentra el lugar por donde puede pasar hacia un mundo más alto. Se trata de una visión cósmica simbólica, por supuesto, no física. Y así, las montañas, las lanzas, las piedras erectas, las torres son símbolos de ese eje por donde se puede pasar (Freud después restringió estas imágenes a símbolos fálicos). Los puentes son otros símbolos con igual significación, y de ahí la función del “pontífice”, el que hace el puente, el que hace de puente, nombre por antonomasia de Cristo, y muy propio de quien cumple una función sacerdotal. Recordemos que la palabra “pascua”, precisamente quiere decir eso: paso.
Dice Aslan que cada vez hay menos pasos a Narnia en el mundo de los hijos de Adán y Eva. Esto parece un indicio de una visión algo pesismista de la historia. No me extraña. La visión naturalista de Lewis tiende a repugnar bastante de la historia y del progresismo ilustrado, o hegeliano, con que se la suele asociar. Si extremo los términos cabría decir tal vez: sólo el mito revela a Dios, no la historia, y el mito procede de los orígenes.
“Naturalista” en este contexto no significa una adhesión a un concepto de naturaleza como el conjunto físico del cosmos, incluida la vida. En su sentido, el espíritu también debería ser pensado como “natural”, algo que tiene una manera propia de ser, una manera determinada, dada en el nacimiento u origen. Sin embargo, esa comunidad del hombre con el animal y con el vegetal, que ocurre en Narnia, aparece como un símbolo muy fuerte. En el sentido de este mundo, no se enfatiza la diferencia de lo humano respecto de estos otros órdenes biológicos, sino su comunidad, esto es, lo que tienen en común. El sentido antimoderno de esta concepción es claro. Curiosamente es lo que hoy reivindican muchos de los ideólogos de los indigenismos, de los ecologismos. Encontrar hoy reflexiones en torno de los derechos de la vida, de los animales, de las plantas es cada vez más fácil. Creo que en toda la tradición jurídica de occidente, hasta aquí, el único sujeto de derechos era el ser humano.
En fin, Narnia se nos aparece, en este último capítulo, como todo un mundo, inagotable de historias, un mundo de sentidos para los que habitamos “este” otro mundo, ¿el real? Es curioso lo que dice Aslan, que sólo un hijo de Adán puede ser rey en Narnia. La lógica de los mundos posibles, nacida con Leibniz, plantea siempre, entre sus aspectos teóricos, el de la accesibilidad entre mundos. Si bien lo es cada vez menos, Narnia es un mundo accesible al nuestro. Supongo que Lewis no alcanzó a desarrollar en sus libros la completa historia y geografía de Narnia, pero este último capítulo me ha suscitado deseos de conocer más.

sábado, 21 de marzo de 2009

EL POBRE DE ASIS. De Niko Kazantzakis

La voz que le habla a Francisco y que le pide experiencias extremas, es siempre sin duda la de Dios.En dos pasajes esto se hace muy notable. En la primera, la voz le pide ir a la plaza de su ciudad de Asís y bailar y cantar delante de todos, sus vecinos y amigos de ayer, anunciando la locura de Dios. Kazantzakis nos hace vivir esa experiencia en todo su dramatismo.El segundo pasaje es el del llamado a la pobreza extrema.Pero hay un tercer pasaje, en su viaje a Roma a ver al papa, en que la voz se materializa en un personaje externo - un monje gordo y bonvivant - que le sugiere un paso más en la pobreza, la del alma, que, en último término consiste en renunciar a la esperanza. La voz es, indudablemente, la del Demonio: la aparición se halla rodeada de todos los signos que lo marcan, sin faltar el olor a azufre.Lo notable es que Francisco se siente sacudido por esa voz. Aun sabiendo que se trata del demonio, acoge la invitación como legítima. "A menudo las palabras del maligno son las palabras de Dios", le dice al hermano León. A partir de ese momento Francisco vuelve a vivir un drama semejante al que ya ha estado sometido en las dos ocasiones previas, el de una exigencia suprema: "Un terrible pensamiento me invade!" Dios ha sido terrible antes y que el nuevo desafío sea terrible no indica de por sí que no venga de Dios. El hermano León razona bien: "¿El hombre no tiene sus límites? ¿No es el propio Dios quien los ha fijado? Entonces ¿por qué nos pide que los sobrepasemos? Si no nos ha dado alas por qué nos obliga a volar?"Puede renunciarse a la fama del mundo, puede renunciarse a los bienes y a su posesión... ¿Hay que renunciar también a algo tan íntimo, y aparentemente tan bueno y santo como la esperanza de estar un día con Dios, de verlo cara a cara? Aquello, puede entenderse que nos aparta o nos distrae de Dios... Pero, en cambio, la esperanza es un estímulo, un acicate, para enderezar nuestro camino hacia Dios... ¿También a este consuelo hay que renunciar?Dos observaciones a esto, contradictorias entre sí. Dos textos.La primera proviene del mismo universo cristiano de sentido. Es aquel famoso soneto anónimo que dice: "No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido..." No es la promesa, no es el fin, no el futuro al que se aspira, que se espera, la última razón. Es el amor. La virtud teologal de la esperanza, cede en jerarquía a la del amor. Lo decía San Pablo: la fe y la esperanza pasarán, pero no la Caridad.La otra observación está en las antípodas de esta semántica: en Memorias de Adriano, el narrador, impresionado por el indio que se ha arrojado a la pira ardiente, meditado largamente. En su juventud había conocido a Epicteto, del que comenta que "renunciaba a demasiadas cosas". Y agrega: "Yo no había tardado en darme cuenta de que nada era tan peligrosamente fácil como renunciar. El indio, más lógico, rechazaba la vida misma". Frente a ello propone una relación con la divinidad en la que el hombre entra en la trama del mundo y al hacerlo colabora con ella en informar, dar orden, divinizando así, de algún modo, al mundo, haciéndose uno con él.Las dos vertientes místicas, la de un ascetismo de renuncia o la complicación (co-implicación) en la multiplicidad y maravilla del mundo, se basan, posiblemente en dos énfasis diferentes: el primero, puesto en una cierta trascendencia de lo divino, a la que sólo puede llegarse mediante sucesivas y cada vez más dramáticas renuncias, una especie de via negationis, intelectual y vital; el segundo énfasis está puesto en la inmanencia de Dios, que en su extremo último, se llama panteísmo.¿De estos dos caminos uno es mejor que el otro? ¿O, simplemente, son dos vías, para quien quiera, o pueda, seguirlas?Es posible, sí, que más la primera que la segunda, incluya la posibilidad de la libertad del espíritu, y de su soberanía, y de su posible arrogancia. En el comienzo del mismo capítulo donde se le aparece el sospechoso monje Francisco iba ufanándose: "Somos los hombres más libres del mundo porque somos los más pobres." El espíritu que puede desprenderse de todo, y diferenciarse de todo, incluido el ser, habita cumbres de lo humano, donde todo se enrarece... Este Francisco, me pregunto, no se parece a Zarathustra? Sobrepasarse es la palabra. León suplica casi: "Lo que dices sobrepasa la fuerza humana". Y Francisco responde, implacable: "Eso es lo que Dios exige del hombre".