jueves, 22 de agosto de 2019


PETER PAN – de James. M. Barrie
London, Penguin Popular Classics, 1995, 185 páginas.
NOVELA
APUNTES DE LECTURA

Anoto algunas de las líneas temáticas que cruzan la historia.
1)   La primera es, obviamente, la resistencia a crecer, a madurar, a dejar atrás la niñez. Es lo más notable y que salta a la vista y por lo que suele, sintéticamente, caracterizarse la historia. Está en la primera frase del libro “All children, except one, grow up”. Todos los chicos crecieron, excepto uno.

2)   Esa idea implica un planteo acerca de la temporalidad subjetiva, y la inclinación a  fijar o detener el tiempo. Que en la novela se hace posibilidad objetiva por vía de la acción ficcional: para Peter el tiempo ya no transcurre en efecto y, manteniéndose siempre niño,  repite la historia que tuvo con Wendy con la hija de Wendy y con la hija de la hija de Wendy, y así, suponemos, indefinidamente.
3)   Si tomamos, como Aristóteles al tiempo como la medida del cambio, la fijación del tiempo se equipara a una fijación de las propiedades del individuo. Peter no cambia. Peter es siempre igual a Peter. No puede despojarse de ciertas propiedades y tampoco adquirir nuevas. Se asume así, posiblemente, una de las formas límites del concepto de identidad (la que se obtiene por derivación a partir del adjetivo “idéntico”).
4)   El relato está atravesado por una lógica de mundos alternativos: un mundo real y un mundo de ficción o fantasía (Neverland; El País de Nunca Jamás, nombres que aluden, no a un valor espacial, sino a uno temporal). Esos mundos están comunicados, (a pesar de que Neverland es una isla) y son mutuamente accesibles. La ventana por la que los niños han huido y que los padres conservan abierta esperando el regreso (y  que Peter, tramposamente, cierra hacia el final de la historia tratando de evitarlo), se carga simbólicamente con ese sentido: es el lugar del pasaje entre mundos. En el mundo de fantasía, las acciones son tan irreversibles como en el real: es posible allí morir. Sus individuos y sus leyes naturales, no obstante, son más laxas: existen las hadas, y Tinker Bell (Campanilla) puede salvarse de la muerte mediante un procedimiento mágico (que se da, precisamente, en la comunicación de los mundos). Un niño puede combatir y derrotar a piratas más o menos fieros. A diferencia de lo que ocurre en Narnia de Lewis, el tiempo transcurre acompasadamente entre los mundos, y los acontecimientos de uno y otro se miden por igual. Es decir: el tiempo que los chicos pasan en Neverland y el de su ausencia en su casa son iguales. Los chicos de Narnia, en cambio, luego de largos períodos en el mundo alternativo, regresan al suyo en el mismo instante en que salieron de él.
5)   Todos los personajes masculinos tienen necesidad o carencia de una madre. El símbolo de la madre es pues, crucial. El término se halla repetido 91 veces. Wendy en Neverland hace de madre de los chicos perdidos; y los piratas, incluido Hook (Garfio), los envidian. Sus expresiones al respecto son de una impresionante indefensión psicológica (uno, Smee, el menos feroz, el que más simpatías despierta, pregunta en cierta oportunidad: “¿qué es una madre?”). El que marca el punto extremo es Peter, quien, según dice, no sólo no tiene madre sino tampoco el menor deseo de tener una. Prohíbe en la casa el tema de las madres. Y cuenta (pero el narrador duda de si será verdad) que cuando él huyó de su casa a Neverland su madre cerró la ventana simbólica, y su lugar fue ocupado por otro niño.
6)   El tema puede dar pie, por cierto, al análisis psicoanalítico, toda vez que hay dos personajes, Tinker Bell y Tiger Lily (Tigrilla), bella princesa de los pieles rojas, a las que Peter piensa como otras madres posibles, pero que tienen respecto de Peter diferentes intenciones. (“Tigrilla dice que quiere ser algo mío, pero no mi madre”, confiesa Peter.). El deseo de no crecer y el de negarse a transitar el paso  del amor filial al amor erótico no pueden considerarse separadamente. En igual sentido, la relación de Peter y Wendy es ambigua. Ambos viven en la casa de Neverland, y Wendy cumple el rol de madre de los chicos perdidos y de sus propios hermanos. Peter parece cumplir de hecho el rol de padre, pero en un momento toma conciencia y se rehúsa a asumirlo. Wendy entonces le pregunta cuáles son sus sentimientos hacia ella; él responde decididamente: “los de un hijo fiel”.  “Me lo figuraba -dijo ella y fue a sentarse al otro extremo de la habitación”. Wendy es demasiado recatada como para confesarse abiertamente como hacen Tiger Lily y Tinker Bell.
7)   Un precio de vivir en Neverland es el del olvido. Olvidar es una de las características más notables de Peter Pan. En el viaje de ida a Neverland, por ejemplo, durante el largo vuelo, Peter se escapa a jugar con las estrellas y, al regresar, no reconoce a Wendy y a sus hermanos y ella debe recordarle su nombre. Pero olvidar no es un atributo exclusivo de Peter: ya en la isla el mayor de los hermanos sólo difusamente se acuerda de sus padres y el menor acepta a Wendy como su verdadera madre. Al volver a su mundo éste ya no reconoce su cuarto. El mundo de Nunca es, al mismo tiempo, el mundo de Siempre. Sin futuro; y por ello también sin pasado. El mundo de Ahora, un ahora permanente. Un presente eterno. Un tiempo sin compromisos ni consecuencias. Un mundo leve. Donde se puede sí morir, pero donde tal vez no importa. Como contrapartida, Wendy, al cabo de los años, debe confesarle a Peter que se ha olvidado de volar, capacidad que sí luce su hija, y luego la hija de su hija.
8)   La educación, la educación de la Inglaterra victoriana, y las relación de padres e hijos, se tematiza permanentemente en la novela, con mordaces pinceladas críticas. Peter irrumpe en ese mundo de convencionalismos como una ruptura anhelada y dolorosa a la vez. Las madres, en su rol familiar y social, son a un tiempo heroínas y víctimas. “Las madres están siempre dispuestas a hacer de parachoques. Todos los niños saben que las madres son así y las desprecian por eso, pero se aprovechan de ello constantemente”. La pobre Sra. Darling, madre de Wendy, parece inspirarle al narrador, que se complace especialmente en intervenir cuando de ella se trata, apenas una especie de desdeñosa conmiseración.
9)   El narrador y los mismos personajes, casi todos, salvo las madres (o el pobre y caricaturesco Sr. Darling), son crueles. Y las aventuras son cruentas. Los pieles rojas, que custodian agradecidos la casa de Peter, Wendy y los niños, son masacrados sin misericordia por los piratas. Peter a su vez los asesina a estos, de a uno y fríamente, mientras uno de los niños impasiblemente va contando los muertos. El máximo emblema de la crueldad, sin embargo, es Hook, el capitán del barco pirata, que no perdona ni siquiera a sus hombres. El personaje roza lo trágico y el narrador nos amonesta: “No envidiéis a Garfio”. Y de a poco nos va mostrando sus debilidades, las mismas que seguramente lo inclinan, paradójicamente, a la impiedad. Como todos, incluidos sus hombres, tiene carencias de madre y es por ello que conciben, en conjunto, la idea de raptar a Wendy para tal fin. Peter, que sabe jugar con él, en cierto momento imita su voz (imitar todo tipo sonidos es una de sus habilidades más raras) y Hook entra en un dramático juego con esa voz, que es como la de un otro yo. En el colmo de la desesperación le pregunta por su propia identidad. La voz le responde con desdén: no es sino un bacalao; y Hook se derrumba moralmente. Su orgullo se desmorona. Sus hombres se apartan de él. “Su ego se le escapaba”, nos dice el narrador. Un supremo temor agita el alma de Hook: el de no conservar, en las horas decisivas, las buenas maneras (se deja deducir su antiguo paso por las aulas del prestigioso Eton College y el narrador, que se niega a estampar su verdadero nombre por no suscitar el escándalo, nos confía que las viejas tradiciones seguían “cubriéndolo como ropajes”); ese sentimiento es como otro garfio que lo lastima por dentro, peor que el que termina su brazo. ¡Las buenas maneras! En último término, es todo lo que realmente importa.  Pero el pirata sabe que tampoco en este terreno, el de las buenas maneras, puede vencer a Peter Pan, su peor enemigo. Y lo detesta sin duda más por ello que por haberle cortado su mano y habérsela arrojado al cocodrilo (que desde entonces le tomó el gusto al sabor de su carne). Por fin acepta que no puede vencer a Peter, quien lo sobrepuja en todo, en prestancia, en gracia, en agilidad, en voluntad. Su derrota, es, en último término, la de su ánimo. El punto que decide el combate final consiste apenas en un cruce verbal. Casi con admiración, en medio del cruce de sus espadas, Hook pregunta: “Pan, ¿quién y qué eres tú?”. “Soy la juventud, soy la alegría”, fue la rápida respuesta, “soy una pequeña ave que ha roto el cascarón”. Pero el infeliz Hook entendió que esas palabras eran un absurdo y que Peter no tenía la más mínima idea de su identidad, lo que al pirata le parecía el colmo de las buenas maneras, un grado al que él no podía llegar. Con ello el triunfo de Peter está definitivamente sellado y Hook se arroja al mar, donde lo esperan las fauces del cocodrilo, imagen sintética de un mundo implacable y fatal.
10)             No es complaciente la mirada que se cierne sobre ese mundo, sobre esos personajes. Tampoco lo es la mirada sobre la niñez, de la que Peter Pan es, posiblemente, el descarnado emblema. Tres adjetivos se repiten hacia el final, dos veces, para decirnos cómo son los niños; y con esos tres adjetivos se cierra el relato. Esos tres adjetivos definen  la fatalidad que preside estas historias; que así se repetirán interminablemente “mientras los niños sean alegres, inocentes y desalmados”.

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