domingo, 24 de marzo de 2013



EDMUND Y EL MISTERIO DE LA INIQUIDAD.
Edmund no es el principal personaje en el Rey Lear. Pero es centro de las dos tramas. Participa en la historia de los actores de la realeza (Lear, Cordelia, Regan, Goneril) a través de su relación con las dos hermanas traidoras; y participa también en la trama que dobla o refleja la historia principal, la suya propia, como hijo bastardo de Gloucester, y la de su hermano Edgar, el hijo legítimo. En ambas historias vemos como los padres disciernen mal entre cuáles de sus hijos son fieles y cuáles los engañan.
Dos monólogos de Edmund del primer acto son claves para comprender su significación en la economía semántica de la obra. Durante el primero se proclama como sujeto de dones de la naturaleza (a la que llama diosa), los cuales dones prevalecerán contra las convenciones sociales que favorecen a su hermano. En el segundo, desdeña la interpretación de los caracteres y conductas de los hombres a partir de las estrellas, es decir de una fuerza extraña y superior, y afirma, como contraparte, la fuerza de la decisión humana.
Su lugar en el cuadro no es el de quien sufre el destino - ni siquiera cree que tal fuerza exista, como vemos - sino del que maquina la trama y la conduce. No es pues un personaje trágico.
Por ello es tan significativo su cambio en la larga escena final. Al ser derrotado en el duelo por su hermano, primero reconoce que él también es víctima. Lo hace con clarividencia y fatalismo. ‘Tis past, and so am I, (es pasado y yo también), dice primero. Y luego: The wheel is come full circle, I am here. (la rueda ha dado un círculo completo; estoy aquí). Estas expresiones parecen todavía la manifestación de una comprensión intelectual.
Sólo un poco más adelante surge el grito trágico: I pant for life! Sólo aquí Edmund deviene sujeto de sufrimiento y dolor, personaje de tragedia.
La expresión tiene toda la carga de polisemia que atraviesa la pieza entera. Pant es un verbo que refiere a la respiración difícil, anhelante y entrecortada. Tal como permite la lengua inglesa, lexicaliza el modo de la acción más que la acción misma. Como si dijese: jadeando pido vida, clamo por vida con el aliento quebrado…
¿Se trata del moribundo que ve que la vida se le escapa y que expresa su deseo de seguir viviendo? Tal vez…
Pero también podría pensarse que en el postrer instante Edmund ha comprendido que la suya no ha sido una verdadera vida. Significativamente, es el momento en que revela, en un intento por salvarla, que ha dado órdenes para que asesinen a Cordelia. Y da razón: Some good I mean to do/ despite of mine own  nature (intento hacer algo bueno, a pesar de mi propia naturaleza). La propia naturaleza, que ha ensalzado en aquel monólogo del primer acto, es vista ahora como un obstáculo para el bien, o mejor aun, como un obstáculo para vivir… Y elige, tarde, ser y hacer otra cosa… Aquel ser confiado y suficiente, reconoce, en el final, que los hilos de los acontecimientos no estaban en sus manos, como creía, y que él también sucumbe, como los otros, a un poder extraño, desconocido, más fuerte que el propio… Desesperadamente intenta escapar con un acto que no sea ya obra de eso Otro, sino de su libertad y, ahora sí, de su decisión. Como sabemos, ni siquiera esta última fuga le es permitida: Cordelia ya ha sido ejecutada.
Tal vez Edmund reconoce  –podemos imaginar – que no ha sido hasta ahí sino la pieza necesaria de una máquina de aniquilamiento y destrucción. Que no ha sido un hombre verdadero, un ser viviente, sino apenas un personaje, un personaje querido por otro, diseñado y puesto en escena por otro. Y con esa acción y con esas palabras intenta romper la magia que lo ata y entrar en otra dimensión.
La interpretación del personaje que se rebela contra su condición de tal y que clama por una verdadera vida, bien puede hacerse verosímil en el marco de la obra de alguien que pensó, tal vez como nadie, a lo real bajo la especie de la teatralidad, ese alguien a quien llamamos Shakespeare.
Esta versión de Edmund nos inquieta además porque en ella se cifra, una vez más, el misterio de la iniquidad necesaria, del malvado trágico, que no puede faltar porque sin él la historia no se consuma. Más aun: sin él no hay historia. Un antecedente famoso es Judas. Otro, el mismo Satán.

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